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Las calles de La Asunción amanecieron con una tristeza nunca vista por estas calles empedradas, el día 15 de febrero cuando recibí dos llamadas de dos amigos, una primero de Ramón Fermín “Chiqui” y la otra casi inmediatamente del poeta Juan José Prieto donde me decían que había muerto de un infarto el legendario Leopoldo Espinoza Prieto.
Una muerte sorpresiva que encendió las alarmas comunicacionales en Margarita y casi inmediatamente empezaron a rodar las informaciones por todas las redes. Ahora le tocó el turno a Leopoldo de morir de pie como los grandes escritores, como los grandes hombres de la cultura, como todos los seres humanos de la grandeza intelectual.
Había cumplido un ciclo de vida el hombre de la pluma viva y del verbo encendido que en más de una oportunidad tuvo grandes enfrentamientos políticos en la arena insular. Se recuerda la batalla de tú a tú con Iván Cardozo del Sol de Margarita en una lucha política por espacios comunicacionales donde Leopoldo sabía defender la antorcha del Diario del Caribe que le entregaron sus compadres Fucho y Rafael Tovar.
Esa batalla fue bien pareja y donde Leopoldo sacó sus armas del humor y la sátira para combatir con el poderío comunicacional del editor del Sol de Margarita y también se recuerda sus cruces de palabras con Mario Peláez Lombana del Caribazo.
Eran los tiempos de celos entre los editores y donde Iván Cardozo del Sol de Margarita, Mario Peláez Lombana del Caribazo, Samuel Robinson del Diario La Hora y Leopoldo Espinoza del Diario del Caribe manejaban las informaciones de Margarita, de Venezuela y del mundo.
Conocí bien a Leopoldo en el Diario del Caribe donde comencé a soltar mis palabras escritas por allá por 1984 cuando regresé de Caracas de mi graduación como profesor en el Pedagógico de Caracas y que mejor espacio para plasmar mis textos que en el Diario del Caribe.
Intenté mandar mis notas al Diario del Caribe donde se llevaban los textos en físico porque todavía no estábamos cabalgando en la era digital.
Fui religiosamente hasta la sede ubicada frente al liceo Nueva Esparta y entregue un promedio de 60 artículos de opinión en dos cuartillas cada uno. En vista que nunca salió ninguna publicación entendí que no tenía el padrino necesario para tener el privilegio de escribir mis artículos porque era de privilegiados escribir en las páginas editoriales de los periódicos de Venezuela y el Diario del Caribe no escapaba a ese método cerrado de la línea editorial del mostraba sus ya comenzaba momento.
Pero viendo la negativa de no publicar mis artículos acudí a mi amigo Jhonny Guerra que era el asesor jurídico de los Tovar y casi inmediatamente apareció como por encanto un artículo de corte deportivo “Guaiqueríes vs Gaiteros del Zulia”.
Ahí entendí que no bastaba con escribir bien, sino que se necesitaba un padrino para poder vencer los cercos de la censura editorial.
A partir de ese momento empezaron a salir a la luz pública todos artículos que Leopoldo el Vicepresidente tenía archivados en una carpeta particular.
Fucho había autorizado que se publicaran mis notas en su periódico y un tiempo después cuando me hice amigo de Leopoldo le pregunté por mis artículos y me respondió que la línea editorial de un periódico la decide su dueño o el editor y en este caso yo no te publicaba porque los robleros me caen muy mal.
Eran los tiempos de los celos políticos y en el que Fucho Tovar ya mostraba sus deseos de hacer política y como Morel estaba por el medio con su poder político ya los nacidos en ese pueblo tenían sus enemigos escondidos por todas partes.
Me gustó la sinceridad de Leopoldo y nos hicimos amigos en la sede del Diario del Caribe con grandes tertulias y conversaciones sobre lo sagrado y lo profano. Y es que el Diario del Caribe se convirtió en un espacio de amigos donde conocí a mucha gente buena como Clodomiro Mata Pino, Edward Hernández, Chuito Guerra, Emigdio Malaver, Víctor Aguilera González y Nancy Fernández de Aguilera, César González, Chico Negro Patiño, Pedro Velásquez y al director Francisco Quijada.
Con Leopoldo Espinoza hicimos el Caribe Deportivo un cuerpo especializado en deportes donde coincidimos varios analistas deportivos de nivel que analizábamos el deporte internacional, nacional y regional.
De eso trabajos especiales donde no faltaban los trabajos de Leopoldo, Víctor Aguilera González, Edward Hernández, Alcides Rodríguez, Chuito Guerra y éste cronista quedaron muestra de la grandeza de los escritores margariteños de la época.
La diferencia conmigo estaba basada en que era una máquina de producir escritos de toda naturaleza y donde la crítica lacerante me permitía escribir varias veces por semana en ese rotativo. Ahí hicimos el famoso “Arpón del Diablo” que lo escribían varios periodistas y otros intelectuales que con su creatividad le ponían sabor al pequeño editorial de la página dos del Diario del Caribe y donde se ayudó a Fucho a proyectarse como Gobernador de Nueva Esparta.
De Leopoldo recuerdo una anécdota que cuando murió el poeta Lira Sosa llegó como una saeta al periódico y le pidió a Salazar Marín el administrador las dos páginas del medio del periódico para realizar un homenaje al poeta caído y le respuesta de Salazar Marín fue “Ni una página para ese viejo comunista”.
Eso le generó a Leopoldo una tos infernal y salió para el baño tosiendo y escupiendo maldiciones por lo que le estalló una crisis hipertensiva y tuve la necesidad de montarlo en mi caprice para llevarlo a la Clínica La Fe donde estuvo convaleciente dos días para controlar su desequilibrio tensional.
Su pasión por los libros, los discursos y la política lo llevaron a permanecer durante toda la vida como hombre de letras que tenía siempre el mejor libro del momento en sus manos porque o se lo traía su hermano adorado Antonio Espinoza Prieto o su compadre Rafael Tovar del exterior.
No fue un lector cualquiera sino un enfiebrado hombre del mundo de las letras que entendió que no basta con tener títulos nobiliarios para brillar en una sociedad donde la envidia y la gente obtusa se niegan a entender los valores de los demás.
Sabía Leopoldo que en la Margarita cosmética se otorgan condecoraciones y valoraciones a muchos que no calzan los puntos de la intelectualidad y donde las mentiras recorren grandes pasillos para enaltecer a muchos que ocupan espacios de la mentira. Eso siempre me lo dijo las veces que no topábamos y donde la amistad siempre estuvo intacta como una reliquia.
Al contrario de lo que pensaba la gente Leopoldo gozó del aprecio de mucha gente importante de la isla y lo valoraron mucho su compadre Fucho Tovar, su amigo Morel Rodríguez, Alexis Navarro, su primo Alfredo Díaz y Carlos Mata Figueroa y ahora su pupilo Alí Romero.
Por algo esa estima al estudioso asuntino que sabemos no fue gratuita porque siempre estuvo cerca del poder y eso se debió a su talento y su valor intelectual.
No fue de otra manera como Leopoldo estuvo cercano al poder porque los gobernantes saben quién es quién en esta isla y por eso valoran a los que deben valorar.
Trascendió el asuntino con su habilidad para producir ideas y por estar en el momento justo en cada situación importante en el acontecer político y cultural de Nueva Esparta.
En sus últimos pasaje de su tiempo se dedicó a la actividad cultural y desde el IASBSTIENE hizo una gran labor por Nueva Esparta para formar a los ciudadanos de la isla y en el mundo cultural hizo aportes importantes para el desarrollo de la cultura de su pueblo asuntino y cerró su capítulo final como Cronista de Arismendi lo que enlazaba como asesor político de su amigo y hermano Alí Romero a quien me dijo consideraba como un hijo.
Leopoldo trascendió sin lugar a dudas y la envidia y la hipocresía lo rodearon porque la gente no entendió que éste inquieto asuntino le pasó por encima a muchos de su generación y es por eso que el sarcasmo, el humor y su punzante verbo dejaron huellas en muchos que no lo pudieron superar en el manejo de la palabra y como dijo Luis Beltrán Prieto Figueroa
“Aprende del agua
la fluida forma
de decir las cosas
La palabra solo
te dará sentido
de fiel realidad
si se transparenta
puro el pensamiento”.
Encíclica/ManuelAvila