Todo el mundo se pregunta por qué la alta jefatura de gobierno no quiere -¿o no puede?- confesar de una vez por todas dónde está Tareck el Aissami. Si de verdad la purga en su contra es una lucha contra la corrupción, pues hubiese recibido desde el primer momento el aplauso colectivo y aparecería el liderazgo gobernante como algo que trata de ser serio y responsable.
Pero, dado su reprobable silencio que lo impulsa el miedo, lo único logrado hasta la fecha es que sea cada día más enorme la repulsa popular ratificando que desde hace tiempo dejó de creer en la palabra presidencial.
Mal ejemplo el dado, y tan público que se ganó ser considerado como un gobierno mentiroso y manipulador. También para la gran mayoría que así lo siente es de los que se desgañita en cualquier escenario insistiendo en que, “caiga quién caiga”, está “limpiando” de corruptos su administración.
Lo cual, si nos remitimos a la verdad de lo sucedido en veinticuatro años de tan improductiva como rechazada gestión, es tan falso como insistir en que el agua de la mar no es salada y que la luna sí es de queso. O mejor que el presidente-obrero aumentara el salario mínimo.
Además, creyendo tontos de capirote a millones de venezolanos (unos cuantos, muy pocos en realidad le siguen todavía) asume el papel de director de espectáculos y ordena desfilar, vistiendo la braga naranja a los miembros de la banda, integrada por civiles y militares, incluyendo a la jefa de las muñecas de Pdvsa. Pero guardando de manera cómplice -que con su actitud así se define- el verdadero paradero del jefe de la mayor trama de corrupción jamás habida en Venezuela, desde que el Padre Libertador ordenara pena de muerte al que, de alguna manera, se robara los dineros de la nación.
¿Dónde está el todopoderoso ministro y presidente de lo que hasta 1999 fue la quinta empresa petrolera más grande del mundo? ¿En Fuerte Tiuna, viviendo con gran pompa, como tan igual viven Padrino y otros reputados dirigentes chavistas, precisamente los que más temen que algún día el Fiscal Karim Khan les llame a declarar? ¿Por qué rehúye decirle al país y al mundo lo que el mundo y el país entero saben de sobra? ¡Por miedo¡
¡Sí!. Mucho miedo a que el otrora cuarto hombre de su gabinete, pero el más inteligente, el más sagaz, el más grande componedor de maldades de toda laya, el maestro que le ganó la partida en todo a todos, hasta la de ser el ser más corrupto.
Pero no por su pantagruélica manera de robar, esa es la palabra, sino por serle descubierta su enfermiza pretensión, como si estuviese en la tierra de sus ancestros, esperando el momento preciso para ejecutar finalmente el zarpazo que le diese acceso definitivo al poder.
Esa es la razón primordial. Miedo a que Tareck el Aissami hable, precise, eche dedo, cante, confiese todas las atrocidades, los latrocinios, componendas, robos y diga cómo, por qué y quiénes son los verdaderos culpables de tanto crimen de lesa humanidad que en dos décadas y media tiene como ejecutores al liderazgo autodenominado revolucionario.
Alguien lo calificó de “hombre-bomba”, por todo lo que, con suma inteligencia, y pruebas a la mano, carga encima ya que conoce muy bien a quién y a quienes, prevalidos de su poderío, cometieron los innumerables delitos que superan en demasía a los que en su época sumó la Seguridad Nacional. “Hombre-bomba”, sí, y con toda razón.
Pero incapaz de llegar al “martirio”, porque mucha gente en Mérida -de la que su familia salió corriendo, por tener igualmente cuentas con la justicia- lo recuerda cobarde.
Pero el presidente, el psiquiatra, su hermana y el repartidor de mazazos, agregando a la lista al fiscal, al “desaparecido” contralor; a los rodilla en tierra de la Asamblea Nacional, toda la dirigencia del Psuv –salvo Farías que olvidó que estaba prohibido hablar de Tareck el Aissami, soltó prenda y le cortaron en seco- pasa agachada, sin importarle que su militantes la desprecie por “gallina”.
Es por esta clase de actitud, que el oficialismo viene perdiendo aceleradamente la confianza de su propia gente, cada vez menos, razón por la cual atraviesa graves apuros frente al porvenir electoral convencido que será derrotado en esta oportunidad, si los venezolanos entienden que sólo el ir unidos a las presidenciales les garantiza una contundente victoria.
No le queda al gobierno otra opción, la única legal, que privarlo de libertad, llevarlo a juicio –vestido de naranja y manos esposadas- para que declare toda su verdad. Aunque lo que se atreva a decir implosione no solo al tribunal sino al alto gobierno.
De otro modo, nadie asegura que por fin el país conozca a cuantos han venido carcomiendo, desde 1999 al presente, su cuerpo social y su andamiaje político con todas las duras y terribles consecuencias que hoy sufren los venezolanos.
Ese monstruo es la gigantesca decepción de quienes sufragaron a favor del que ganó Miraflores y del sucesor, que no supieron interpretar que se les votó para que continuaran engrandeciendo a Venezuela y no para destruirla y someterla; para democratizar mucho más y no para imponer, vía represión, una ideología totalitarista, negadora de libertades.
AngelCiroGuerrero