La tradición de las Fiestas Patronales de Los Robles no tiene data de nacimiento porque no se ocuparon los cronistas de establecer una fecha de inicio. Eso es producto de la falta de archivos y de la organización histórica del pueblo.
El Centro Ideales del Municipio Aguirre liderado por Pedro Simón Navarro, un comerciante roblero inició con el CIMA la organización de las fiestas tradicionales y con una legión de hombres y mujeres valiosas del pueblo pusieron orden en lo que se venía realizando de forma desordenada.
Por allá por los años 50 ya se realizaban las fiestas en honor a la Virgen del Pilar como patrona y posteriormente cuando trajeron la imagen de San Judas Tadeo como Copatrono hubo grandes discusiones en el pueblo hasta que aceptaron que el santo de los imposibles también podía tener cabida entre la feligresía pilarense.
De esa forma los robleros se organizaron de manera definitiva para delegar funciones en cada uno de los integrantes del CIMA que se convirtió progresivamente no solo en la institución que dirigía estas actividades, sino que pusieron a un grupo de sus integrantes a ocuparse de las actividades eclesiásticas que era un magno evento cultural.
A los adornos con flores y a la procesión destinaron a Freddy Maña, Segundita, Pedro Cecilio e Ingo Rojas, en el tema de los fuegos artificiales a Pedro Simón, Cándido Avila y Pedro Antonio Mendoza, a la recolección de las colaboraciones a Chu el de Casta, Jesús Manuel Luna y Luis González Pitoco, en la difusión nacional y la colaboración a Luis Salcedo y en la conexión con las empresas a Diego Rosas y en lo relativo a las cámaras y cohetes a Chiguire Díaz. Todo un equipo organizado que tenía todo en regla y no se le escapaba ni un solo tiro sin lograr sus objetivos.
Así se planificaban las actividades religiosas de manera que no coincidieran los actos religiosos con la música de los bares, de los equipos mecánicos y los juegos deportivos y las actividades culturales porque alguien debía organizar el desorden y eso logró el CIMA con su equipo de trabajo.
De esa forma el Paseo de Música empezaba a sonar entre el 2 de octubre con la idea de alegrar al pueblo y era liderado por Cheche Marcano y Perucho Tabasca que eran dirigidos por Freddy Maña Ruiz el encargado de la parte deportiva de eso que se llamó después los Juegos Deportivos Robleros.
El control y seguridad pública lo manejó por años Pedro Simón Navarro que establecía la conexión con la Gobernación, la Alcaldía, el Concejo Municipal y la Junta Comunal de Aguirre que implicaba la colaboración de los organismos oficiales, las relaciones con la Dirección de Seguridad Ciudadana de la Gobernación y con el Gobernador y el Alcalde para llevar a buen ritmo la Misa central y el Rosario.
La presencia de Regino González el hombre que preparaba las cámaras bajo la mata de toco con su artillería que incluía unas cámaras enormes, barro, papel de bolsa, pólvora, mecha y un palote que Regino con una mandarria apretaba para que sonaran estruendosamente en cada actividad religiosa.
Esos sonidos fuertes se combinaban con los fuegos artificiales que eran comprados en Barquisimeto y cada año eran una atracción para los asistentes a la programación litúrgica en Los Robles.
Todo un espectáculo que era disfrutado por pobladores, visitantes de los pueblos de la isla y por turistas que acudían a estas festividades.
Los Bares tenían su programación y los dueños respetaban los horarios religiosos. Eran espacios para el baile y el disfrute que eran custodiados por la policía dl Estado para evitar las trifulcas que no faltaban y que según las creencias abundaban en las fiestas de San Judas Tadeo.
El 11 de octubre se realiza la Sesión Solemne en honor al Día de la Raza y a la Virgen del Pilar que se hacía en la Iglesia del pueblo y posteriormente cuando se hizo pequeña se usa el Anfiteatro “Jesús Avila” para todo ese acto ceremonial de discursos y condecoraciones y que el 12 de octubre se celebra en el mismo escenario la Misa Solemne como acto central con la presencia de todas las actividades eclesiásticas y con la presencia del Gobernador del estado.
Ese 12 de octubre los robleros sacan sus mejores pintas para exhibirse ante la población en una especie de ritual que por años ha mantenido la casta pilarense y donde las mejores galas son parte de las costumbres pilarenses.
Ahí los pantalleros de siempre muestran su exhibicionismo exagerado y se disfrazan de vedetes para que los vean como protagonistas en todo el mes de octubre. Muchos de esos personajes esperan ese mes de octubre como el elixir de sus días.
Los juegos Deportivos Robleros creados por Freddy Ruiz “Maña” han permanecido en el tiempo como una organización donde la elección de la reina de las fiestas en un certamen inédito que es celebrado con pompas y con desfiles en la Cancha “Agustín Rojas” con un ceremonial al estilo de Osmel Souza y el Mis Venezuela.
Las actividades culturales tienen una programación extensa que abarca danzas y baile, grupos musicales regionales y la presentación en varias oportunidades de conjunto y bandas nacionales en tiempos de bonanza y que con el aumento de la crisis ha visto mermar programaciones que eran ambiciosas.
Las actividades religiosas en la Iglesia se limitan a misas durante todo el mes y a las procesiones por las calles del pueblo con retretas en la plaza y en recorridos por el pueblo y una caravana que hacían los conductores de la Línea Virgen del Pilar en los primeros días del mes para anunciar el inicio de las festividades.
Ya no vienen tantas mareras de La Asunción a la venta del pan y los jugadores que abundaban ya no ponen sus mesas de juego, se acabaron las ventas de parrillas y de pollo frito, solo algunos perrocalenteros y Daniel el de Silvia con su carrito ahora vende raspados a granel por el calor de estos tiempos.
Murieron los caballitos, las estrellas, los carritos chocones y las sillas voladoras porque ya no hay espacios para ellos y ese tipo de empresa ya quebraron con el paso del tiempo.
No son las mismas fiestas patronales y todo cambió a espectáculos deportivos, culturales, el acto central de la Alcaldía y La Cámara Municipal donde las condecoraciones, reconocimientos y el discurso son parte esencial de una tradición que se niega a morir en medio de la crisis que ha molido la historia de nuestros pueblos.
Encíclica/ManuelAvila