Islandia es un sitio místico. Esconde detrás de la distancia y cierta escasa fama, el poder de lo desconocido, la imaginería de las auroras boreales, las sobras que cuecen los climas extremos y una aureola mágica, curiosa, extraña como la voz de Björk.
Sus sorpresas son tantas que se convierte en difícil para el viajero curioso elegir un tour para recorrer. Sin embargo, en medio de sus capas de hielo y sus noches profundas, se yergue un glaciar turísticamente sofisticado. Que se regala con sus más de 8000 kilómetros cuadrados y que ocupa casi el 10% del territorio islandés. En él, el Vatnajokull, se ocultan las tentadoras cuevas de cristal. Visitarlas es una de las excursiones más hermosas que ofrece ese país.
Los glaciares, que se formaron hace miles de años y cubren llanuras, montañas e incluso volcanes activos, presentan algunas curiosidades que no suelen presentarse en otras latitudes. Particularmente, el hecho de que las capas profusas de hielo de pronto se derramen sobre cráteres de volcanes, incluso algunos activos, han producido contrastes de temperatura. Estos opuestos crearon una cadena de cuevas que pueden visitarse de modo sencillo.
Las cuevas de hielo de Islandia también se conocen como cuevas de cristal porque la luz que brilla a través del hermoso hielo azul hace que se vean exactamente como si uno se sumergiera en una copa. Por tode el país hay muchas cuevas de hielo pero su ubicación cambia de un año a otro, ya que los glaciares se mueven constantemente: avanzan en invierno y se derriten en verano.
Las más célebres e impresionantes se encuentran en el Parque Nacional de Vatnajokull, un sitio que todos recomiendan para experimentar las cuevas. El verano, aunque parezca lo contrario, no es la mejor temporada para un recorrido porque es la época del año en la que el hielo de las cuevas sufre un proceso de deshielo continuo y resulta peligroso ingresar en el interior del glaciar.