El miedo a quedar ridiculizados en unas elecciones lleva a los oficialistas y a la misma oposición dividida a buscar argumentos contrarios a la celebración de las primarias y al nacimiento de un candidato de la unidad nacional. Ese es el temor de los dueños de parcelas y conucos negados al nacimiento de un orden político que debe brotar de la fuerza superior del alma nacional.
Sin dudas que estamos en medio de una tormenta nacional que riega terror por las calles para que la gente sienta que votando no logra ningún resultado a favor. Ese es el modelo inoculado con la idea que los ciudadanos no pueden salirse del nudo giordiano que los amarra a la negación del voto como instrumento de cambios.
La verdad está oculta tras los misterios de las presiones sicológicas de los expertos en caos electoral que buscan salvar su pellejo por la desgobernanza de más de 24 años sin hacer nada para acomodar la República. No pudieron gobernar el país en tanto tiempo y por eso la gente se cansó de tanto desbarajuste gubernamental. Nada resolvieron con tanto dinero en las arcas del Estado y sometieron a la población a la peor tragedia de la historia venezolana.
Con tanta riqueza manejada por el Gobierno Nacional ni siquiera pudieron mantener la propuesta de las bolsas de comida que paliaban la hambruna nacional y pusieron al régimen a depender de los bonos que eventualmente les llegan a los ciudadanos como la bendición de los dioses. Con esos dos argumentos el gobierno realizó por años el control social que le permitía tener a sus pies a la masa nacional que en el modo conformismo navegó por años tras las ofertas engañosas del proceso.
Pero la gente se cansó de tanta mentira junta y en estos momentos hasta los seguidores del Nieto de Maisanta quieren terminar con el voto con esa pesadilla revolucionaria que destruyó los cimientos de la República. Nada quedó de tantas propuestas engañosas que convirtieron a nuestro país en último en la cola del desarrollo continental. Ese modelo imaginario de resolver los problemas al ciudadano a través de propuestas alocadas de redención social, terminó convertido en una caricatura de la gobernanza.
Ahora cuando entramos en la recta final del 2023 y nos preparamos para las elecciones primarias del 2024 encuentra al gobierno con una popularidad maltrecha que no supera el 8% y que desnuda a un régimen sin popularidad y sin líderes para enfrentar un reto electoral que pone en tela de juicio las aspiraciones de la revolución de mantenerse en el poder a como dé lugar.
La gente está molesta y está dispuesta a quitarse de encima este modelo fracasado que condenó a los venezolanos a la peor crisis del país y que obviando el manejo equivocado del concepto bloqueo, dejó de atender al país para salvarlo de la crisis que lo agobia.
Pero el miedo no lo lleva tras de las orejas solo el chavismo, sino que los opositores alacranizados y con compromisos serios con el régimen se desnudan en público mostrando el ombligo al llamar a suspender las elecciones primarias para rendirle loas al proceso. Qué torpeza más grande cometen los líderes opositores al mostrarse con el pecho pelado ante un pueblo que les ve el hilo al exhibirse como los santiguadores de los dioses.
Los políticos que muestren el ombligo en público quedan marcados para siempre por sus jugadas apresuradas de responderle al régimen para pagarle los favores concedidos. Y esas jugadas torpes las lee la gente cuando revisa las declaraciones de los enemigos de la democracia y le ve los hilos colgando de sus velos sacados de los baúles papales.
Esa es la pesadilla que vive la Venezuela de la era madurista cuando ve gritar a los mismos funcionarios del gobierno consignas alusivas a un bloqueo imaginario que solo existe en la mente fantasiosa de los fabricantes de miseria. Con esa ilusión de la mentira revolucionaria hemos caminado 24 años sin rumbo y buscando la ruta correcta para aferrarse el poder eternamente. Y es que, de acuerdo a las políticas hambreadoras del régimen, pero llegó la hora de los ciudadanos con el voto en las manos para cambiar un modelo político fracasado que terminó su tiempo en el poder y que está condenado a perder el poder por su pésimo gobierno durante 24 años.
Todo se volvió nada y comenzó la misma gente a restituir un modelo democrático que lejos de perderse en las tinieblas está de regreso para mostrar el rumbo de la libertad.
Encíclica/ManuelAvila