La Caldera de Taburiente, en La Palma, es uno de esos lugares mágicos (que tanto abundan en las Canarias) que dan esa maravillosa sensación de estar viendo algo diferente a todo lo que habías visto antes.
En su interior abundan fuentes, manantiales y cascadas de extrema belleza, como la de La Desfondada, que alcanza los 150 metros de altura.
Multitud de cortados en la roca dibujan cursos permanentes de agua, como el de Taburiente y el del Almendro Amargo. Pero son las aguas del Barranco de Rivaceras las que realmente te dejan boquiabierto: con su intensa tonalidad, entre amarillento y cobrizo, forman magníficos contrastes en la (acertadamente) llamada Cascada de Colores.
La cascada original mide ocho metros de altura y raramente encontrarás allí turistas ya que está muy escondida, en medio de un estrechísimo barranco de difícil acceso. Esto supone que no es recomendable acceder a ella si uno no es un escalador experto: está encajonada entre paredes muy verticales y angostas, y el peligro de caer es muy elevado.
La segunda cascada no es del todo natural, ya que se basa en una construcción que se hizo en los años sesenta para intentar retener las aguas de la caldera. Los colores, eso sí, son auténticos.
¿Por qué tienen esos colores?
Los colores son naturales y provienen de las aguas ferruginosas (con gran cantidad de hierro) que brotan del fondo la tierra y que contienen varios elementos minerales.
Estos elementos, que discurren por el cauce del Rivaceras, son amarillentos y turbios, y por ello han ido tiñendo de ocres y tonos rojizos las paredes de piedra con el paso de los años.
Las lavas más antiguas de La Palma
Por supuesto, estas coloridas cascadas no son lo único que va a sorprenderte en este lugar. Tal y como explican desde el Ministerio de Transición Ecológica, donde han recopilado toda la información relevante de nuestros Parques Nacionales, en el de la Caldera de Taburiente se presentan “unas formaciones geológicas de alto interés, donde afloran las lavas más antiguas de La Palma«.
Se refieren a componentes del complejo basal: «lavas almohadilladas, magmáticas plutónicas, diques basálticos y aglomerados, hasta las series más modernas de las paredes más verticales: coladas, conos volcánicos, diques de basalto recuerdo de las antiguas chimeneas y restos de erupciones explosivas por acumulación de piroclastos de llamativos colores, sobre las que se apoyan algunos roques fruto de avalanchas”.
La Caldera muestra, de esta manera, buena parte de la historia geológica de La Palma. “Este hecho la ha convertido en un lugar excepcional para la realización de numerosos estudios. Por ello, siempre ha despertado un gran interés entre los científicos de todo el mundo y en especial entre los geólogos: el primero que visitó La Caldera fue el alemán Leopoldo Von Buch en 1825, basando sobre ella la teoría de los cráteres de elevación, popularizando entre la comunidad científica internacional la denominación de ‘caldera’ para todas las estructuras volcánicas de similares características”, explican desde el Ministerio.
Si un sitio es capaz de sorprender a un geólogo, ¿qué no provocará en el resto de los mortales?