El arum gigante es una planta que durante su rara floración desprende un olor fétido, y por ello es conocida coloquialmente como la «planta cadáver», aunque esto no ha supuesto ningún inconveniente para los más de 1.000 visitantes que han acudido al jardín botánico de Gante (Bélgica) para ver a esta especie, una de las más excepcionales de su colección.
Se trata de una planta que necesita al menos 10 años para florecer por primera vez desde el momento en el que se plantan sus semillas y, una vez se marchita esta enorme flor primigenia, no vuelve a florecer hasta al cabo de unos tres años. Así se inicia un ciclo vital que se va repitiendo.
«Nuestra primera flor fue en 2015, después de diez años criándola. Y tres años después tuvimos una segunda flor en la misma planta. Aquí tenemos muchas posibilidades de verla porque tenemos diez plantas de la misma especie», afirmó en declaraciones a EFE el jardinero Herbert Evrard, encargado de la colección de arums.
Evrard comenta que el florecimiento de un arum gigante «siempre es una atracción para que vengan más visitantes» al invernadero de Gante, y para facilitar este acontecimiento atípico, el pasado fin de semana decidieron abrir las puertas hasta las 21:30 de la noche durante dos días en los que más de 1.000 personas pasaron por el jardín.
«La mayoría de la gente viene por el olor de las plantas. Pero normalmente dicen: ‘¡creía que sería peor de lo que es!’», asegura el jardinero, que detalla que el hedor del arum cuando florece es para llamar la atención de las abejas y lograr la polinización.
«El olor puedo describirlo como una mezcla de carne podrida y pescado podrido, algo así. Pero es solo el primer día. El segundo día de floración no es tan intenso», aclara Evrard.
Además del olor, otros aspectos que llaman la atención de la flor del arum gigante son, en primer lugar, el tamaño, ya que puede llegar a medir hasta dos metros y medio, y, en segundo lugar, también su figura irregular y alargada, que algunos asemejan con la forma de un pene humano.
De hecho, el nombre científico que recibe el arum gigante es ‘amorphophallus titanum’, lo que significa ‘gran falo amorfo’ en latín, una vinculación que en el museo universitario de Gante, situado al lado del jardín botánico, han aprovechado para abrir una exposición que ahonda en los entresijos de los genitales masculinos y su concepción en la medicina y la cultura popular.
Sin embargo, fuera de la calidez de los invernaderos y los museos universitarios, el arum gigante es una especie que, en su hábitat tropical natural, está amenazada por culpa de la tala de los bosques y la creación de plantaciones de aceite en su zona de origen, la isla indonesia de Sumatra.
«Pero, a pesar de todo, ahora muchos jardines botánicos tienen plantas de estas en sus colecciones», aclara el jardinero Herbert Evrard, que explica que, en el caso del de Gante, las semillas las trajeron directamente desde la misma Sumatra.
Además de estar amenazada por la destrucción de los bosques, Evrard también asegura que, a lo largo de la historia, algunos de los agricultores locales de la isla también han temido al arum, ya que, según el mito local, se trata de una planta peligrosa.
«Algunos de los pueblos nativos tenían miedo de esta planta. Y algunos hasta se dedicaban a destruirlas, porque el olor era como el de un cadáver y pensaron que era una planta del diablo», afirma.
En Gante, Evrard trata de mimar estas plantas lo máximo que puede y explica que, ahora, con la flor del arum ya marchitada, su próxima tarea va a ser cambiar el suelo para que vuelva a gozar de nutrientes y poner en marcha ya la cuenta atrás para su próxima floración, que no se producirá hasta antes del año 2025.