En el bosque mediterráneo habita una gran diversidad de especies animales que cumplen diferentes funciones en el ecosistema. Cada especie tiene sus estrategias para cazar o evitar ser cazada por otros. Estas estrategias incluyen una suerte de carrera armamentística relacionada con los sentidos de la vista y del oído.
La carrera evolutiva de los sentidos
Las presas tratan de camuflarse y adquieren adaptaciones que les permiten tener amplios rangos de visión a su alrededor, para evitar ser sorprendidas por los depredadores. Estos también suelen aprovecharse del camuflaje para evitar ser vistos, y presentan una visión frontal, con un rango mucho más reducido, pero en el que se solapan las imágenes captadas por cada ojo, lo que les permite calcular distancias con gran precisión.
Además de la vista, un buen sentido del oído es otra parte esencial en la dinámica, y como consecuencia, la mejor defensa es hacer el menor ruido posible. La presa con un agudo sentido del oído escucha mejor al depredador acercarse, y el depredador más silencioso evita más exitosamente ser escuchado. Y viceversa.
Es difícil, para los animales que viven y se mueven por el suelo, desarrollar sistemas que permitan caminar en silencio en un bosque templado, lleno de hojarasca. Aparentemente, las aves cazadoras, como las rapaces, lo tienen más sencillo. Sin embargo, si se tiene un agudo sentido del oído, el batir de alas es un sonido que se escucha fácilmente. Y los pequeños mamíferos, presas habituales de las rapaces del bosque, tienen muy buen oído.
Como respuesta adaptativa, los búhos, mochuelos y lechuzas, rapaces nocturnas, han desarrollado la capacidad de realizar vuelos silenciosos. Y no solo es inaudible para los seres humanos, sino, lo que es más importante, también lo es para sus presas.
El ruido del vuelo
En general, el sonido que genera un ave al volar tiene dos causas. Una es la fricción por el roce de las plumas, semejante al frufrú que se produce al frotar el tejido de tafetán. La otra causa viene dada por la mera naturaleza del movimiento a través de un fluido, como es la atmósfera, y las turbulencias causadas por el cuerpo en dicho fluido. El ruido es más fuerte cuanto mayores son las turbulencias, es el ruido que escuchamos al desplazar rápidamente un objeto largo.
Búhos y lechuzas vuelan a una velocidad moderada. Se podría pensar que un vuelo lento es, por necesidad, más silencioso, puesto que genera menores turbulencias, pero lo cierto es que estos animales hacen muchísimo menos ruido volando que cualquier otra ave a la misma velocidad.
Y es que estas rapaces nocturnas presentan determinadas adaptaciones que les permiten reducir esos ruidos.
Las plumas no solo sirven para volar
Es común en biología que un órgano que inicialmente presenta una función, adquiera nuevas funciones durante el proceso evolutivo. En el caso de las lechuzas, las plumas de las alas no solo sirven para volar —y para mantener la temperatura, para impermeabilizar el cuerpo… y para el resto de funciones habituales que tienen las plumas en la mayoría de las aves—, sino que también sirven para conseguir el vuelo silencioso.
Una pluma está compuesta por varias partes. El eje central, que sostiene la estructura, se denomina raquis, y las divisiones que salen a ambos lados reciben el nombre de barbas, que a su vez se ramifican en bárbulas. Las primeras plumas primarias de las alas de la lechuza tienen las barbas dirigidas hacia arriba, y las bárbulas en forma de gancho en la parte anterior. Estas estructuras forman una cresta dentada en el borde de ataque del ala. La superficie superior de las plumas es, además, aterciopelada, y, la parte posterior de la pluma presenta unas bárbulas largas y finas que generan un borde de salida del ala similar a los pelos de un pincel.
Este tipo de adaptaciones tan particulares, por un lado, suavizan la fricción entre las plumas, reduciendo el ruido, y, por otro lado, gracias a estas estructuras, las alas de lechuzas y búhos no llegan a cortar el aire, sino que más bien lo ‘peinan’, evitando las turbulencias. La textura aterciopelada favorece que el aire recorra la superficie de las alas con mayor suavidad, y tenga una mejor salida. De este modo, también reducen el sonido causado por el rozamiento de las alas contra el aire.