A once días del triunfo que alcanzará la Venezuela democrática, que conforman la inmensa mayoría de ciudadanos que votarán por el cambio, la oposición luce tranquila.
Es la seguridad y no el triunfalismo que se tiene en la victoria que pronostican todos los estudios de opinión y se siente, se palpa y se comprueba en la calle.
El sentimiento de liberar a Venezuela, que devino en formidable compromiso, creció en el alma, se enquista en el corazón de millones y espera, en actitud de alto civismo, el momento de sufragar por un tiempo nuevo.
Ese es el reto que han asumido ante la historia más del ochenta por ciento nacional. La claridad que a esta hora tiene el elector ya nadie podrá enturbiar. Corre por las venas.
Es una decisión inquebrantable y una verdad irrebatible. Esto es así como respuesta a una situación nunca antes vivida por el país; un país, debe decirse, que antes del arribo de la revolución vivía en paz republicana, donde se imponía el respeto a las instituciones, porque las instituciones funcionaban de manera independiente, no eran sometidas al capricho gobernante.
Fuimos una nación que había emprendido, con acierto, el camino hacia la modernidad, entendiéndose como la superación, que es el desarrollo. Teníamos mercado y crédito abierto en todas partes.
Pdvsa destacaba entre las cinco más importantes empresas del mundo y, en la OPEP, a Venezuela se le respetaba. Había gerencia en el manejo del asunto petrolero. La nuestra era una dedicada a investigar, a la extracción, y con mucho éxito manejaba el complejo proceso de producción y distribución.
Nunca fue utilizada para servir de instrumento ni caja chica del populismo.; ni se utilizó como espada que «caminó» por América Latina dilapidando nuestro tesoro en dádivas que pretendían fomentar liderazgos continentales.
Se actuaba con seriedad, responsabilidad y en defensa de los intereses del país en los organismos internacionales, con la sindéresis necesaria y no espasmódica ni a sobresaltos.
Dimos muchos ejemplos de entendimiento y no de resentimiento, porque la razón siempre estuvo por delante No se aprovechó de la debilidad del contrario, porque siempre mantuvimos izada la bandera de la paz y del diálogo, que la fortalecíamos con nuestro comportamiento día tras día.
Tampoco nos sentíamos llamados a intervenir en asuntos que no nos competían; respetamos a las naciones, a sus gobiernos y a sus pueblos.
Jamás tratamos de imponer el culto a la personalidad del gobernante, derrochando miles de millones de dólares en financiarle liderazgos continentales. Estábamos muy lejos de la dominación.
La responsabilidad con que se manejaban los asuntos públicos nos era reconocida. Se cumplía con los compromisos contraídos dentro y fuera.
Si bien la corrupción se daba, nunca llegó a los niveles alcanzados en las dos décadas y media de sufrimiento que ha soportado el país.
Ahora hay hambre, hay miseria. Y lo que es peor: el régimen, nada sensible, ha perdido el tiempo en asegurarse que su socialismo se incruste mientras hace todo lo imposible para que la democracia muera en la conciencia nacional.
No se niega: había dificultades. La problemática social se resolvía con planes precisos, realistas y sin distingo alguno.
No se mentía a la hora de cuantificar los resultados en materia de viviendas, por ejemplo.
No se robaban los fondos destinados a la ejecución de nuevas líneas ferroviarias.
Tampoco se sustraían los recursos para la salud tanto en la edificación de nuevos hospitales y ambulatorios, como para la adquisición de toda clase de insumos. Y en lo educacional, jamás se utilizó a los niños para hacer política.
Largo el rosario de quejas, pero con lo señalado, porque sería lo más grueso, se muestra cómo está el país que Edmundo González Urrutia recibirá el 28-J.
Mientras tanto y hasta el final crecerá la andanada de insultos y ofensas en su contra, propalada por el que quiere reelegirse y su equipo de campaña.
Pero él candidato de la gente no se ocupa de tantas pequeñeces. Anda interesado, sí, en profundizar su pensamiento, para desarrollar las acciones más eficaces del cambio, del proceso que ya se inició de reconstrucción de la república; para convertir a Venezuela en una Tierra de Gracia donde se viva en paz, en libertad y se respete la constitución y todas las leyes; con nuestros hijos y nietos aquí, al lado de sus padres y de sus abuelos, aferrados a la patria que sí les brindará oportunidades.
En ello anda Edmundo González Urrutia y a su lado, María Corina Machado, la líder de la nueva Venezuela.
Juntos, con la mayoría ciudadana acompañándolos, recorren el país con sus mensajes que resumen la paz, la urgencia del cambio y la aceptación del reto que demandará resurgir de las cenizas en que el régimen, ya moribundo, habrá de entregarle las riendas del poder para encauzar la nación hacia un destino mejor.
AngelCiroGuerrero