La increíble historia del más grande de los grandes amantes
Se dice, por ejemplo, que algún canónigo que le excomulgó, murió de muerte súbita; que hubo ciudades a las cuales se le prohibió el acceso y que fue larga la lista de hogares que le tuvieron como enemigo, por destruir herencias, quebrar matrimonios y desflorar a cientos de novias en su empeño de enamorar las mujeres más codiciadas de su tiempo.
I El reo de La Inquisición
La madrugada del día primero de noviembre de 1756, es en extremo, fría. Pero el hombre tiene caliente el corazón y afiebrada la mente. Está próximo a escapar. Mientras espera el momento oportuno para deslizarse hacia el canal, donde nadará un trecho hasta el encuentro de una góndola, doscientos metros más allá, que lo conducirá a la libertad, medita sobre lo que hasta esa fecha ha sido su vida.
Su flaca humanidad descansa sobre el gélido piso de piedra. La oscuridad es total en el calabozo podrido de olores, casi catacumba, porque fue horadado en la misma roca sobre la cual se asienta el Palacio Ducal de Venecia, en el que está prisionero.
De su hermosa camisa de seda, adquirida en puerto mediterráneo a mercaderes libios, apenas jirones y de sus pantalones de cuero sevillano, despojos. Lo que antes fuese larga, rizada y rubia cabellera, es ahora una mata de pelos que abunda de piojos. Sus manos, que tantas caricias repartió sobre innumerables cuerpos de ninfas y casadas, también de viudas, en la negrura de la celda se muestran huesudas, descuidadas, débiles incluso para apresar el mendrugo de pan que le han dejado junto al agua salobre depositada en desportillada vasija.
No fue golpeado por la turba. Tampoco por los guardias, afortunadamente. Pero puede decirse que sí fue violentado por los empujones y los escupitajos. Su cuerpo, que siempre cuidó y tanto desearon unas y otros porque en su vida loca, dicen, que le daba a igual si era doncella o efebo lo que llevaba, o le llevaban a la cama de cualquier cuartucho, de clandestino burdel, de hotel de renombre, de morada o de castillo donde le viniese en gana ser como siempre quiso: un verdadero niño terrible, al principio; galán de cuidado, luego y, ya hecho hombre en todos sentido, un insatisfecho semental.
El suyo, para la época en que le estamos viendo prisionero, ya era un cuerpo que, sino avejentado, sí cansado de ser el instrumento de lujuria en el cual le coinvirtiera, también muestra evidente de lo que su dueño era: el cuerpo del deseo.
Tal objetivo se lo propuso desde muchacho, desde que empezara a recorrer, galante, las calles Y canales de Venecia provocando el encuentro con las damiselas, después con las damas y ya perdida la cuenta con lo que hallase en su desesperada necesidad de subir faldas, desatar entretejidos corpiños y bajar complicados y olorosos fustanes; pero aprendiendo asimismo a huirle a ofendidos novios, a maridos celosos y a padres defendiendo lo que creían era algo muy bien guardado por hijas recatadas que resultaron alegres.
De grata conversación, capaz de embobar por la pronunciación de su francés de academia, de su inglés de Londres y de su español de Salamanca, sin olvidar su dulce italiano y el agradable acento de Coímbra que daba a la lengua portuguesa, que igualmente hablaba este hombre envidiado por cientos y odiado por miles, pero amado por todas las mujeres del mundo, iba de un lugar al otro de la Europa que transcurre entrte 1740 al 1798, precedido de la fama de ser el más encantador de los amantes y el más amante de todos los encantadores en el mundo hasta esa fechas habidos.
De estatura que le distinguía del común, bien atildado, rico vestuario, buenos perfumes, pelucas relucientes y ademanes de hombre culto, a la hora de la mesa excelente gourmet, catador de abolengo; conocedor de literatos, de sabios, de ricos, de reyes; por igual de historia, la menuda, la escondida, de putas de calle y de cortesanas; de sacerdotes, de cardenales, plebeyos y oligarcas.
Él mismo era una historia, rica por las anécdotas más escabrosas y suficientes para ruborizar a un estibador de Marsella, hasta los que, por inverosímiles, nadie le creyó nunca pero resultaron, una a una, ciertas.
Aunque muchos de sus detractores ponen en duda que hayan sido reales sus tantas hazañas. Por ejemplo, que un completo harén, en Marruecos, fue suyo. Incluyendo los eunucos; y aquella, quizás más libidinosa que sacrílega, de haber pasado por las armas a todo un convento.
II El más erótico de los amantes
Su registro (oficial) indica que vivió a plenitud, después de los quince años porque, hasta esa edad fue un niño débil, enfermizo, que sangraba mucho por su enorme nariz, pero su corta hoja de vida, el que figura de otro modo, saludable en cualquier sentido y protagonista de una escalofriante estadística, dada la cual –y a la fecha- no han podido despojarle del título de haber amado, según su modesta confesión que inserta en sus Memorias, a122 mujeres.
Pero lo que no refiere y otros –muy comedidos se lo atañen- es que se llevó a la cama algo más del triple. Hay, sin embargo, alrededor de Casanova, mucha historia, que puede ser leyenda, que puede ser mentira, que puede ser verdad. Están quiénes han llegado, incluso a sacar las más enrevesadas cuentas y sostienen, no sin exageración, que durante cuarenta años Casanova fue el rey de las mujeres, a las cuales dedicó 14.600 horas de los 26.645 días que integran los 73 años que vivió, restándole los 5.475 días transcurridos, desde que nació, en 1725, hasta cumplir sus 15 años, edad en la que se inicia en asuntos de amores con las hermosas y jovencísima Beatina Gozzi.
A partir de 1740 hasta 1780, es decir de los 15 a los 55 años, su fama al parecer fue comprobada por más de dos mil mujeres, una por semana de las casi 2086 que Casanova dedicó al placer de la carne, con el de la gula, por cierto. Y se llega a esa cifra y a esa fecha por que en sus últimos 18 años de vida Casanova –ya viejo y desdentado- cambió el sexo por la literatura, aunque se supone que de vez en cuando regresaba a sus andadas, lo cual no hubiese sido nada raro.
La pregunta, entonces, salta fácil.: ¿Habrá tenido tiempo este hombre, por ejemplo, para comer, dormir y realizar alguna que otra menudencia? Aparte de escribir muchas y sesudas obras literarias. Y si en la vida real protagonizó lo que se le asigna, pues entonces Casanova si fue el más grande de todos los grandes amantes que en el mundo amantes de verdad han sido. No hay un solo hombre en el planeta tierra que no le admire. O le envidie. Como prodigio, que lo fue, el cine y la literatura a la fecha han rendido innumerables versiones de su vida en los más disparatados filmes, y los libros que le tratan se cuentan ya por centenares.
Se dice, por ejemplo, que algún clérigo que le excomulgó murió de muerte súbita; que hubo ciudades a las cuales se le prohibió el acceso y que, en su época, larga fue la lista de hogares que le tuvieron como enemigo, porque destrozó herencias, quebró matrimonios y desfloró novias en su empeño de enamorar a las mujeres más codiciadas de su tiempo.
Para este hombre, además, no había tapia, muralla, pared, puerta, ventana, foso, castillo, es decir sitio alguno en donde no pusiera el ojo y clavara su daga que (enemigos, dicen) no era muy cargada y lenta sino pequeña y rápida, por lo que en secreto al principio y después en plaza pública, terminaron llamándole “gallo rápido”.
A pesar de lo uno y de lo otro, su fama fue creciendo tanto que a 299 años de su tránsito vital nadie pone en duda que Casanova fue, se afirma, el más afortunado hombre de la tierra pues, se le asigna el particular título de haber sido el más concurrido caballero por las damas o de las damas el caballero preferido.
Cierto o falso, ya va para tres siglos, es un verdadero ícono, inigualable, inalcanzable, insuperable. Y envidiable, se reitera. Para sus amigos, los psiquiatras, es todo un símbolo. De sus hazañas, estos profesionales han analizado hasta el más recóndito de los intersticios del ser humano, que es decir en su cada vez más asombrosa capacidad de ser lo que no debe ser y de aparentar lo que no es pero le gusta serlo.
Uno de esos investigadores de la personalidad del individuo llegó a decir, no sin raspón, que afortunadamente en tiempos del señor Casanova no existía el VIH porque, entonces, la epidemia hubiese sido mucho más terrible que la ocasionada por la peste negra. Por otra parte, su historia, la que cuenta cómo se ganó la vida –no la que registra su pasión por las mujeres- es igualmente rocambolesca, pues la fue labrando a sobresaltos.
No era un hombre nacido en cuna rica, tampoco de arrabal, pero sí se sabe que luchó, y duro, por arribar, y situarse, en lugares donde no todo el mundo en su época pudo lograr. Goza de ayuda, de inteligencia y, sobre todo, de mucha agudeza y osadía. Lo logró, y por años, hasta la hora en que cayó en desgracia. Su rango se avecindaba al de los nobles y su nombre, sino sustentado en escudo y cartas que le aseguraran tal nivel, si era conocido en los cuatro confines de lo que el mundo era el mundo cuando él reinaba, más en las alcobas que en los salones, y mejor arropado por sábanas de seda que luciendo capas de pesado terciopelo.
III La otra vida de Casanova
En resumen de Jean-Jacques Chevalier de Seingalt, se anota que Casanova fue, además de gran amante, un valiente soldado, un avezado espía, un inteligente diplomático, un buen escritor y mejor aventurero. Pero sobre todo el héroe erótico más famoso. Es el propio Casanova, en su “Historia de mi vida”, quien cuenta que nació el 2 de abril de 1725, en una casa de la Calle de La Comedia, cerca del Teatro San Samuel, en Venecia. Son sus padres Gaetano Giuseppe Casanova y Zanetta Farussi, agentes teatrales que, por estar con frecuencia ausentes, en viajes al exterior, dejaron al hijo bajo los cuidados de la abuela materna María Farussi. Casanova es un niño enfermo. Él describirá más adelante los primeros años de su vida como un estado casi vegetativo que duró hasta la edad de ocho años. Entre 1734 y 1738 Casanova estudia Leyes en la Universidad de Padua, pero como sus estudios no obligan residir permanentemente en esta ciudad, vive sobre todo en Venecia.
El 14 de febrero de 1740 se doctora y es apadrinado por Alviese Malipiero, un senador y noble veneciano. En esta fecha, Casanova ya tiene amoríos, a la vez, con las hermanas Nannetta y Marta Savorgnan y Giulietta y Teresa Imer. Sin embargo, el joven decide prestar servicios a la Iglesia, recibiendo las cuatro ´órdenes eclesiásticas de menor importancia en enero de 1741 y, un año después, en 1742, es doctorado en Ley Civil y Canónica por la Universidad de Padua.
Su madre, entonces residente en Varsovia, decide arrendar su casa en Venecia, por lo que Casanova se coloca en el Seminario de San Cipriano, aunque no por mucho tiempo. En 1743 vuelve a Venecia, donde fallece su madre y él es recluido como prisionero en la Fortaleza de Santa Andrea, entre marzo y julio de ese año, cuando es liberado.
Por influencia, es designado secretario de Bernardo, el recién nombrado Obispo de Martirano, en Calabria, cargo que rechaza horrorizado por la pobreza que encuentra en su viaje a esa región, incorporándose luego –ya en Roma- al servicio del cardenal Acquaviva. Pero, Casanova al fin, se complica su vida con Barbaruccia, hija de su profesor de francés y, aunque es inocente, su reputación está por el suelo. El Arzobispo lo despide, regresándose a Venecia donde, en 1745, inicia amoríos con el soprano Bellino, en realidad un “castrado” que se hace llamar Anguioma Calori, a quien Casanova desenmascara y rechaza como esposa pues, para esa época era poco edificante ser el marido de una cantante o de una actriz.
En 1746, para sostenerse, trabaja de violinista en la orquesta del teatro de San Samuele. Y como considera tal ocupación ignominiosa, el 21 de abril solicita trabajo al rico veneciano Bragadin quien, junto a sus influyentes amigos, es amante de lo esotérico. Casanova, que ha aprendido de estos asuntos e interpreta muy bien la Cábala, logra ascendencia sobre el grupo. Tanto, que Bragadin lo adopta como su hijo. En los próximos tres años, hasta 1749, Casanova vive la vida de un joven noble dedicado sólo al placer. Se cuenta, entrte sus más prolongados amoríos, el que sostuviese –al mismo tiempo- con Donna Lucrecia y su hija Leonada, ambas damas de alcurnia avecindadas en Nápoles, aunque el gran amor suyo fue la hermosísima pero sufrida Henriethe, francesa.
La vida salvaje de Casanova atrae la atención de La Inquisición. Por ella sale de Venecia y vaga entre París, Dresden, Praga y Viena. En Dresden había traducido al italiano la Opera “Zoroastro”. En 1752 escribe “Les Tesaliense” y en 1753 su parodia de “El Thébaide” de Racine.
Finalmente es arrestado porque La Inquisición le presume mago y sujeto de malas costumbres, dado que le encuentran el libro de Arentino, suerte de Kama Sutra. Le condenan a cinco años de prisión, pero logra escapar a París, donde –por su fuga- se recibe como héroe. Inteligente, introduce en la capital francesa la Lotería, en 1777, lo cual rápidamente le convierte en millonario. Monta una fábrica para confecciones textiles, empleando a 20 hermosas muchachas, pero la buena vida, el sexo sobre todo, le hace perder enormes sumas y endeudarse. que le obliga a huir, esta vez de sus acreedores.
Fue amigo de Luis XV, de Rousseau y de Madame Pompadour. Exiliado en España, traduce “L´Ecossaise”, de Voltaire y escribe, entre otros libros, su “Soliloquio de un Pensador” y comienzan a aparecer fragmentos de sus Memorias, que redacta para “guardar de ir enojado o de morir de pena”. Por cierto, su médico le recomienda hacerlo “para que mate las polillas que puedan estarlo convirtiendo en perezoso y cansándole el cerebro y el sexo”.
Estas Memorias, que registran su vida hasta 1744, las redacta en francés y según sus biógrafos, muestran un cuadro muy colorido de la cultura europea de su tiempo. El manuscrito –como tal- aparece por primera vez en 1960, aunque hay algunas versiones publicadas entre 1822 y 1828.. De sus muchos escritos destaca, por ejemplo, su novela utópica, “L´lcosameron”. Cuándo muere, el 4 de junio de 1798, deja inéditos numerosos Ensayos sobre las ciencias y las artes, sobre la usura y asuntos religiosos, en algo más de 8 mil páginas manuscritas.
AngelCiroGuerrero