No lo niegan. Les sabe a nada que, de antemano, descubran lo que todo el mundo sabe y las condenas dentro y fuera les resbalan. Además, mostrando cara de convencidos de su presunta victoria adelantada, retan sin vergüenza alguna creyendo que, de este modo, aseguran el supuesto triunfo.
Es una manera de disimular lo que en realidad les ocurre y no los deja dormir. Adentro, muy adentro en su conciencia, saben que los números no les dan. Que no tienen gente… Que los están abandonando… Que se están quedando solos.
Disminuidos, entonces gritan y, en medio de la alharaca, dejan claras muestras de la desesperación que los consume. Se debaten entre la angustia y el miedo. Lo saben perfectamente. Para comprobarlo, tienen los pelos en la mano, es decir las distintas encuestas (privadas), que no publican pero que mandan a levantar, cuyos resultados les predicen la derrota.
Además, en la calle lo palpan. Sus actos públicos son del todo escuálidos y sus mensajes apenas amenazas, mazazos al aire, denuncias que se oficializan con grandes aspavientos para sembrar el terror. Pretenden, así, que los opositores silencien sus deseos de paz, de democracia y de libertad.
Creen que, atemorizando a la gente, despejarán el camino. Piensan que inventando situaciones las cuales su vocerío denuncia a todo gañote, explicando con lujo de detalles lo que les interesa, los opositores silenciarán sus voces y que el mundo entenderá que simplemente se defienden, y para tratar de lograrlo, hacen uso del librito azul con teatral, arrogante y acomodaticia insistencia.
Su ley, la revolucionaria, que la ejecuta un tribunal dedicado a proteger al régimen en exclusiva y, también especialmente a condenar al opositor, es el frágil escudo que los arropa en medio de la exasperación en que se encuentran.
Tienen a favor todos los poderes, que han conculcado, además de los dineros públicos y, sin vergüenza alguna, derrochan desconsideradamente en lo que al pueblo no le hace falta ni menos interesa.
Por ejemplo, a cada rato convocan a congresos a los cuales asisten delegados, del exterior con transporte, hotel, comida, y viáticos, aparte, para “analizar” la marcha del socialismo, pero nunca discuten con expertos internacionales cómo mejorar la grave problemática de la electricidad, del suministro de agua potable, de la salud y alimentación de la gente.
Poco les importa que el país siga aceleradamente hacia el barranco; que crezca el número de gente buscando en la basura qué comer, en vergonzosa demostración de la pobreza extrema a la que ha llegado Venezuela.
Una tras de otra son garrafales sus equivocaciones que, en conjunto, ocasionan graves daños a la ciudadanía en todo sentido. Sus voceros cantan al unísono loas al gran jefe, el ya ido, y se desviven por evidenciarle al heredero una lealtad que nada tiene de solidaridad ideológica y sí de corrupto interés crematístico. Empeñados como están en propugnar que el socialismo es el mejor sistema que le trae felicidad al pueblo, propalan cada vez más mentiras para defender lo indefendible. Y adjudicándoles toda la culpa a los gringos, la gran excusa del régimen, siguen siendo un elefante suelto en una cristalería.
A la actitud fuera de ley que a diario duplica el régimen, en cuanto a reprimir la disidencia se refiere, sea necesario recordar lo que voceros principales de los organismos mundiales, bien sea la ONU, la Comunidad Europea y en nuestro continente la OEA, vienen marcando con responsable insistencia.:
La salida al grave problema de Venezuela, en lo político fundamentalmente, pasa porque el oficialismo reconozca el derecho que los venezolanos tenemos a exigir unas elecciones realmente libres, democráticas y transparentes, donde los que están en el poder, y por estarlo, no sigan sintiéndose dueños de la pelota, el bate, del estadio y de los espectadores. Sin olvidar a Delsy, que ahora también es madrina.
No puede aceptarse la postura, netamente de temor y odio al mismo tiempo, que le tienen a María Corina Machado, porque la saben desde ya la ganadora de las presidenciales.
El irrespeto al Acuerdo de Barbados, que lo enterró “el gran acuerdo rojo”; la violación de sus derechos a postularse, que bien los marca la Carta Magna de la república; todas las ofensas a la líder de la oposición nacional y la violencia ejercida en contra de quienes le apoyan en cualquier rincón del país, dejan perfectamente en claro que tal cual lo advirtiera el propio Maduro, su intención es ganar por las malas, ya que por las buenas les resultará cuesta arriba.
La derrota la lleva el régimen en la frente cual marca de ceniza Son millones los que respaldan a la líder de Venezuela. Ellos serán quienes, voto a voto y democráticamente, habrán de elegirla presidente. Es un mandato que recibió y cumplirá hasta el final…
AngelCiroGuerrero