Entre el 20% y el 25% de las mujeres llega al orgasmo exclusivamente a través de la penetración vaginal y esto es así porque muchos desconocen que focalizarse en esta práctica no ayuda a estimular a la mujer.
Hay una realidad en la vivencia de la sexualidad de muchas personas de la que poco se habla pero que a las y los profesionales de la Sexología nos parece clave atender para seguir deconstruyendo algunas de las estructuras que limitan el crecimiento erótico de los hombres y las mujeres: la brecha orgásmica.
La brecha orgásmica es la diferencia en el número de orgasmos que de forma sistemática se da entre hombres y mujeres en parejas heterosexuales. ¿Qué quiere decir esto? Que de base hay una diferencia significativa entre el número de orgasmos que tienen los hombres en sus encuentros eróticos con mujeres, frente a los que tienen ellas.
Aparte de ser algo llamativo, lo importante de esta realidad es que nos señala algunas claves que, siendo flexibilizadas, podrían permitirnos avanzar mucho en la construcción de sexualidades más placenteras y positivas.
1. Coitocentrismo
Sabemos que los objetivos de las relaciones sexuales son variados: conexión, disfrute, explorar… Y todos esos objetivos se pueden conseguir a través de muchas prácticas eróticas además de la penetración vaginal. A pesar de ello, para la gran mayoría de parejas heterosexuales, las prácticas coitocéntricas son clave en todos sus contactos eróticos, tanto que parece que sin ellas, las relaciones sexuales son de segunda categoría.
¿Qué relación tiene el coitocentrismo con la brecha orgásmica? Fundamentalmente que la estimulación vaginal no es la que mejor responde a la anatomía y fisiología de las mujeres -de hecho, solo entre el 20% y el 25% de las mujeres llega al orgasmo exclusivamente a través de la penetración vaginal-. De este modo, tener relaciones con penetración vaginal, obviando o relegando al plano de “preliminares” a otro tipo de prácticas, hace que muchas mujeres no alcancen altos niveles de excitación, lo que contribuye a que tengan menos orgasmos que los hombres (para los que las prácticas coitocéntricas sí que encajan anatómica y fisiológicamente).
Así que aquí va la primera clave: explorar diferentes tipos de prácticas además de la penetración vaginal, puede contribuir a encontrar coreografías eróticas distintas que encajen con las necesidades y gustos de ambos miembros de la pareja y que permitan que ambos disfruten, se exciten y accedan al orgasmo.
2. Autoconocimiento.
Para poder tener un orgasmo, son necesarios varios ingredientes: saber conectarnos con aquello que nos excita, tener la claves para concentrarnos en lo que está ocurriendo en el durante del encuentro erótico sin distracciones, contar con la capacidad de abandonarnos a las sensaciones y fluir… No obstante, si la persona no tiene un mínimo nivel de autoconocimiento sobre qué le gusta, excita, morbotiza o apetece, muy difícilmente va a poder avanzar hacia el reflejo orgásmico.
Ya sea porque las estadísticas nos indican que de media las mujeres se masturban menos que los hombres, ya sea porque la gran mayoría de referentes eróticos femeninos lo son como objeto de deseo y no como sujetos deseantes, ya sea porque el fantasma de la “guarra” sigue estando mucho más presente de lo que pensamos y limita los permisos que muchas mujeres se dan en su sexualidad, existe una clara diferencia entre el nivel de autoconocimiento de hombres y mujeres.
Así que en relación a esta realidad tenemos la siguiente clave, demos la bienvenida a todo lo que favorezca el autonocimiento erótico. Ya sea leer un libro, darnos permiso para fantasear, elegir con libertad entre las diferentes formas de autoestimulación que existen o jugar en pareja para explorar otros códigos eróticos distintos a los habituales.
3. Asertividad erótica
Habiendo visto la importancia del autoconocimiento, es fácil ver que por mucho que nos conozcamos, eso no va a servir de nada si no somos capaces de utilizar la comunicación para pedir aquello que nos apetece e indicar aquello que no nos está haciendo disfrutar.
De este modo, qué importante es poder -tanto verbal como no verbalmente- influir e indicar a las personas con las que mantenemos relaciones eróticas en qué dirección nos apetece ir.
Hablar antes de los contactos eróticos sobre lo que nos gusta y lo que no, indicar a través de suspiros o gemidos por donde nos apetece que siga la estimulación, o colocar la mano de nuestro compañero en el lugar en el que nos excita ser tocadas, son algunos ejemplos para fomentar la asertividad erótica, que sería la clave final para tratar de reducir la brecha orgásmica.
Por supuesto que puede haber mucho placer y buenas sensaciones en la sexualidad sin orgasmo, pero no por ello debemos normalizar la brecha orgásmica. ¡Existe mucho margen para disfrutar con ajuste en pareja!