…está la nueva Venezuela, la que todos anhelamos. Una totalmente libre, dispuesta a renovarse, a regresar a los lejanos días en que los venezolanos vivíamos en democracia. La nación que muchos envidiaban en nuestro continente y también más allá de Europa. Éramos un país cuyos gobiernos, unos más otros menos, lo habían logrado despuntar, aún con dificultades, hacia sitiales favorables de desarrollo y progreso.
Se cumplía la ley. Se acataba al máximo la Carta Magna. Los derechos humanos se les respetaban a los ciudadanos. La entonces Corte Suprema de Justicia destacaba por sus magistrados, todos de altísimo nivel. Sus hojas de vida, impecables. Jamás hubo allí alguien con antecedentes criminales. Tampoco comadres. La justicia imperaba en toda instancia. Igual la decencia, la honradez y la sapiencia.
Fuimos ejemplo. Se nos admiraba igualmente por ser un pueblo trabajador, que lo seguimos siendo porque llevamos en la sangre voluntad y coraje, sólo que ahora cual quijotes luchamos contra quienes se apoderaron a las malas de los molinos y son ahora nuestros cancerberos. Somos un pueblo desde siempre empinándose sobre toda clase de bretes, abnegados y muy alegres. Cultor de tradiciones, defensor del pasado, porque en el ayer hubo mucho ejemplo que seguir, dado por mujeres y hombres responsables, que nos trazaron el camino mejor para el engrandecimiento.
Nuestra Historia republicana, que fue si se quiere trágica, por lo que costó la construcción de patria, de la patria que soñó y nos legó el Libertador Simón Bolívar, el único que no tuvo ni tendrá imitador alguno, por más que quieran imponerlo; al que recordarán por siempre cada venezolano que lo siente Padre, una Historia de gloria y de elevado acatamiento. Sus páginas dan una lectura que nos llamará cada día a reflexión, pues en ella brillará por siempre la verdad. Cuán distinta a la verdad que Venezuela hoy vive.
En nuestro territorio, al cual es obligatorio añadir el que Guyana quiere arrebatarnos, se han escenificado cualquier clase de situaciones. Desde luego que los dictadores sobran. Tan igual que los demagogos, populistas, vendedores de baratijas, ladrones y mentirosos. Pero todos fueron rechazados por el pueblo que, a lo largo de sus administraciones, se les fue la mano en todo sentido.
Otros, pocos, pero efectivos, demostraron capacidad, empuje suficiente y entrega a sus deberes de gobernante. No perdieron su tiempo, ni menos gastaron ingentes sumas de dinero público en labrarse -irresponsable y torcidamente- aureolas de héroes, de sabios, de líderes, de revolucionarios. Y, sobre todo, por encima de los mandatarios, estuvo el pueblo. Un pueblo aferrado a la paz y a la libertad. Paz y libertad que les fue conculcada cuando arribó al poder el socialismo del siglo XXI. Una verdad irrebatible.
Es cierto: al final del túnel está esperándonos esa nueva Venezuela. Para alcanzarla y que los venezolanos de estos tiempos duros y difíciles podamos hacerla nuestra definitivamente, tenemos que atravesar tan tenebroso subterráneo, plagado de enemigos, que no adversarios. Porque el adversario discute, batalla por causas buenas, nobles; pero el enemigo lo hace por maldad, odio, resentimiento y envidia.
Es un túnel que ellos fueron construyendo para represar allí la esperanza. Pensaban que, aprisionándola, el pueblo acallaría sus reclamos; soportaría hasta lo indecible la represión, la corrupción, desidia e irresponsabilidad crasa con la que todavía actúan; se quedarían de brazos cruzados y rodilla en tierra aplaudiendo sus desvaríos, mientras Venezuela peligrosamente se iba acercándose al despeñadero. Pero estaban, de plano, totalmente equivocados.
En orgulloso ejemplo, como pocos en nuestro complicado mundo, la ciudadanía dijo basta. Se impuso y el 22 de octubre irrumpió en el túnel, lo iluminó con su fuerza moral y cívica, y comenzó a transitarlo, rescatando primero la esperanza encadenada y, después –y en ello está en estos días- izando la bandera tricolor que también significa redención, pasión, sacrificio, entrega, con voluntad más que férrea, de llegar hasta el final.
Porque el túnel tiene quien lo ilumine.
María Corina Machado porta la luz que está rompiendo las tinieblas allá adentro, muy adentro, abriendo el camino para que el pueblo, al lado de ella, todo el pueblo, llegue hasta el final, donde lo espera la nueva Venezuela, una formidable “Tierra de Gracia”. Decisión inquebrantable, por lo demás, sin discusión alguna.
Angel CiroGuerrero