No están todos los que son ni son todos los que están, advierte el refrán, pero al menos cayó “el más buscado” de los muchos capitostes involucrados.
Este señorito, que comandaba una larga fila de “trenes” con vagones atestados de corruptos, el que tiene escondidos más de 23 mil millones de dólares en su particular cueva, porque era -y así actuaba- como un Alí Babá de “alta gama”, fue finalmente “capturado”.
Está ahora en las terribles fauces de la justicia revolucionaria, después de “huir” durante un año de una a otra pared de su cómoda suite carcelaria, supuestamente “en Fuerte Tiuna.”
Quién llegó a ser el más inteligente de los notables del alto gobierno, y a quien todo el oficialismo no sólo le temía, sino que lo adoraba, salvo los hermanitos del cuento, es el que, por ahora, encabeza, al fin y al cabo, exhibido como trofeo, el final de su rocambolesca aventura.
Pero no vestido con franja anaranjada, como ayer lo fueron algunos de sus muchos cómplices y si esposado – “¿para evitar su fuga?”-, el otrora dandi lucía flaco, cara larga, no de miedo, sí de resignación, subiendo las gradas hacia el tribunal donde ¿será finalmente condenado? A menos, como se está diciendo por ahí, que pudiera ser canjeado por un ¡Libérennos de las sanciones y se lo entregamos a la DEA!
No queremos hacer leña del árbol caído, pero es oportuno recordar que el preso mayor, por lo sagaz, vivo, avispado y avión, fue figura crucial en las veinte décadas y media de revolución, de la cual no resultó hijo sino una gran mala fe, aprovechado, contumaz negociante y ladrón.
¿Qué se deba aplaudir la “eficacia, diligencia y super velocidad” de las autoridades por “tan oportuna captura”, está por verse después de comprobarse si cualquiera de sus incontables aristas no responde a recomendaciones del buró de asesoramiento cubano relacionadas con un desesperado intento por sumar adeptos, de no se sabe dónde, que supere el vergonzoso 7 por ciento que, hasta la fecha mantiene inamovible la candidatura oficialista?
No hay que olvidar que, antes de “descubrirle” lo que todos sabían, al señorito el gobierno de los EEUU lo acusó formalmente de narcotraficante, por decir lo menos, y le puso el cartelito de “Se Busca”.
Desde el ya ido hasta el heredero y del segundo al fiscal, la plana del oficialismo hizo lo imposible por defenderlo de las acusaciones que rodaron por el mundo llegando hasta Siria, la tierra de sus mayores.
Pero como si se hubiese decretado sepulcral silencio, esta vez sus antiguos camaradas patria o muerte, no lo lloraron, públicamente, sino que se fueron escondiendo uno tras otro sin decir ni pío.
Nadie se dignó informar con absoluta precisión y claridad dónde lo tenían “detenido”, “protegido” o “resguardado” y de sus delitos ni una sola palabra. Hasta que Venezuela se enteró que a Tarek el Aissami, por fin, había sido “capturado”, cuando el fulano apareció cabizbajo, pero con una pasmosa tranquilidad que denotaba algo parecido a “sí, está bien, ya hablé, ya dije todo…” Bueno, es un decir, porque lo que sigue está por verse.
Eso sí, en el aire ronda una brisita, una especie de lloviznita que no moja pero empapa, que le está advirtiendo al régimen que tan igual como el fiscal usa y abusa cuando declara y suelta la lengua contando detalles del delito cometido y califica a cualquier acusado de ser terrorista, traidor a la patria y vendido al imperialismo gringo, está obligado a detallar en lo adelante cada una de sus apariciones en TV la marcha del juicio, que debería ser en plaza pública, dada la monstruosidad cometida contra el pueblo venezolano, por quien le robó miles de millones de dólares, que bien pudieron haber sido invertidos en comprar comida y medicinas y no “ahorrados” para financiar su afiebrada megalomanía.
Elementos de esta clase, que como el fastidioso cadillo abundan hoy en día, a la postre retratan una situación de fractura moral, de total desprendimiento de las buenas costumbres y el apoderamiento de las malas, que son –parece mentira—las que llenan de felicidad a gente como el “capturado” un año después, se repite, sin que nadie sepa dónde estuvo viviendo, cómodamente por supuesto.
Caben las preguntas, muchas, pero mencionemos la más importante: ¿Cómo convencerá el régimen a Venezuela primero y al planeta todo después, de estar á aplicando realmente la justicia en el caso de Tareck el Aissami, si desde hace más de doce meses ha actuado con mucha “tapadera” y la “captura” del indiciado, según el propio fiscal, la obligaron las pruebas de cinco testigos? ¿Querrá decir entonces que su tocayo en todo este largo tiempo hizo algo o nada hizo y se guardó para estas fechas preelectorales el detonar la bomba del siglo?
Como dijo Don Quijote: “¡Cosas veredes, Sancho!”.