El inefable, según el Diccionario de Sinónimos de la Real Academia, también indecible, inenarrable, inexplicable, inexpresable, incontable e inconfesable Jorge Rodríguez, lanzó una grave amenaza que le escuchó proferir Venezuela entera y buena parte del mundo -menos el fiscal Tareck William Saab, que una vez más se hizo el sordo y mudo-, que aplica de modo perfecto como un soberbio llamado a la incitación a la violencia, al descrédito y a la maledicencia en contra de sus adversarios políticos, que ya son millones en esta mala hora en que funcionarios como el difusor de amenazas mantienen humillada a la república.
En su discurso del 5 de Julio en la Asamblea Nacional el psiquiatra, imbuido de patrioterismo, picado de culebras como está por lo que él ya sabe que se está convirtiendo en avalancha el crecimiento de María Corina Machado en su triunfal campaña hacia el 22 de octubre, le ordenó a su tropa, los diputados oficialistas, salir a las calles, de todo el país, a denunciar con nombre y apellido a los que él considera traidores a la patria, que no merecen ni siquiera estar amparados por la constitución, señalandolos con dedo de verdugo para que el pueblo, es su intención, los insulte en la vía pública y reclame para los de antemano condenados, sin medias tintas por delante, el paredón.
Su preocupante arenga, sin duda, la rechaza la mayoría responsable de ciudadanos, por ser una orden de tan horrorosa naturaleza que no puede aceptarse. El odio no puede ser visceral, tanto que se llegue al extremo de incitar, públicamente, a la violencia, que en sí -y de plano- es la intención, para enturbiar mucho más el escenario nacional, con el preciso objetivo de impedirle a María Corina su candidatura que, nadie opina lo contrario, será la vencedora en la primaria que celebrarán entusiastas millones de ciudadanos, como primer paso para recobrar a Venezuela libre y democrática.
En una nación donde se supone que todo el mundo respeta la ley y sus autoridades son las primeras en dar el ejemplo, tal muestra de desvergüenza, desfachatez, procacidad, cinismo, impudor y desmán no debe ni aceptarse ni menos dejarse de reprobar, condenar, censurar, desaprobar y desautorizar. Pero nada de eso ocurrirá, sino todo lo contrario. La orden fue impartida y, presuntamente se supone, corresponderá a Diosdado Cabello implementarla. Una tarea más para los colectivos en los 23 estados donde, casa por casa, irán buscando a los opositores para que el insulto sea lo más terrible y duro hasta convertirse en verdadero escarnio, befa y afrenta.
Muy lamentable ejemplo de intemperancia, inmoderación, desenfreno, abuso y exceso, impropio de lo que debe ser un verdadero Jefe de una Asamblea que se supone sea la casa de las leyes y fundamental ejemplo de confraternidad, de respeto al contrario, a la pluralidad, donde se analizan y se debaten las ideas y no hay espacio alguno para la riña, el insulto, el odio y la sinrazón.
Una orden así, se lamenta el recordarlo, es muy parecida a la dada por los jerarcas nazis para que se iniciara la persecución contra los judíos en Alemania y los países invadidos por la svástica. Con esa clase de discursos, como el pronunciado por Jorge Rodríguez el 5 de Julio, Día Nacional de la Patria, fue que el degenerado Joseph Goebbels pedía la hoguera para quemar a los judíos influenciando de tal modo a Hitler que, finalmente el loco más loco de todos los locos que en el mundo han habido, ordenara fueran asesinados casi siete millones de inocentes en los campos de exterminio.
Cabe la pregunta: ¿Por qué Jorge Rodríguez quiere pasar a la otra orilla de la historia, junto con su hermana Delsy, convertido en un perseguidor de venezolanos, aprovechando a la revolución que dice defender para cobrar su venganza personal?
Debe, porque está francamente obligado, a repensar su modo de actuar en política, por lo menos. ¿O tendrá la mayoría de ciudadanos que no respaldan su proceder, preguntarse si, como dijo el presidente Rómulo Betancourt citando la frase del inmortal Goethe: “¡Adelante, por encima de las tumbas, adelante!”?
Notiespartano