Creyendo poco en la existente magia, que no negra, y sin dejar de pensar que a pesar de todo dicen que vuelan, nos atrevemos a señalar que el venidero 2024 resultará un buen año. Para Venezuela, que no para el régimen, menos para Maduro y su cada vez reducido grupo de adulantes.
Así lo piensan millones de venezolanos cansados de sufrir toda clase de duros embates, que incluye persecución, tortura y cárcel, sin contar las numerosas víctimas fatales por oponerse en vía contraria a la del régimen, y cuyos expedientes, con pruebas irrefutables, están siendo examinados por juristas internacionales que, se está seguro, terminarán condenando a presidio, por delitos de lesa humanidad, a un alto porcentaje de esbirros revolucionarios.
Y será un buen año porque los ciudadanos finalmente afianzaron su creencia en la necesidad que tiene Venezuela de regresar a la democracia que fue primero violentada por un artero golpe militar, afortunadamente derrotado, y después utilizada como escalera por el más perjudicial de los socialismos para trepar hasta el poder y desde el poder, acorralarla y pretender cambiarla por una perniciosa ideología que ha dejado honda huella de su actuación criminal, de lo cual sobran las pruebas.
En el caso nuestro, desde el momento mismo en que el ya ido juró “sobre una moribunda constitución” que al corto tiempo sustituyó por otra hecha a su medida, Venezuela inició su alocado tránsito hacia el retroceso.
El que se creyó iluminado, enviado por los dioses, sin experiencia alguna en el duro, complejo y cara vez más tecnificado manejo de los asuntos públicos, se entregó al más descarado culto a la personalidad, creyendo que la nación era suya y la gobernó a su libre albedrío.
Por ejemplo, expropió, sin cancelarle medio a sus legítimos propietarios, edificios, haciendas, industrias y empresas exitosas que venían siendo manejadas por el sector privado, una medida que María Corina Machado calificó de robo y como tal se lo reclamó valientemente en la Asamblea Nacional.
Sin brújula, bandazo tras bandazo, fue llevando hacia el barranco a la nación toda y a su gente. El que lo niegue, miente, porque todo está escrito. Muy poco, casi nada, se le puede adjuntar a su gestión como exitoso. Abundan los fracasos.
Lo que le sucedió a Venezuela, a partir de 19098, es historia viva. Cada capítulo, escrito en la piel de los venezolanos con el látigo del totalitarismo instaurado desde entonces, es imborrable, Salvo los pocos escuálidos -que ahora lo son ellos- las multitudes que pueden afirmar como cierta esta verdad, cada día crecen.
Son avalanchas que se desprenden en aldeas, pueblos y ciudades tapiando para siempre las mentiras del oficialismo y dejando el horizonte libre y limpio para el retorno, a partir del venidero 2024, de la libertad, de la paz, del desarrollo y del progreso.
Eso lo afirma la transición, proceso que se ha iniciado bajo el liderazgo que representa María Corina Machado, en su triunfal concertación de voluntades integrando la Gran Alianza Ciudadana, gigantesco aliento de fe y de esperanza nacional en que el país, la tierra de gracia, Venezuela, será de nuevo la Venezuela de todos los que la aman, no la expolian: de los que desde siempre han defendido su soberanía, y nunca olvidaron reclamarla en cualquier escenario internacional.
Y del regreso de nuestros familiares que rondan por los cinco continentes en busca de una oportunidad de crecimiento –más de siete millones de compatriotas- a los cuales arrojó del país el régimen que llegó titulándose de pretendida revolución y finalmente logró involucionar todo, destruyendo lo mucho bueno que en el país había, difundiendo las mentiras más fantasiosas, entre ellas las de crear un hombre nuevo.
2024 será, pues, el año de la victoria de la democracia sobre el totalitarismo; la victoria del bien sobre el mal; la victoria de la paz sobre la violencia y la victoria de la libertad sobre la tiranía.
AngelCiroGuerrero