Nunca es tarde para recordar una verdad, sobre todo cuando, para acallarla, se le ha jugado sucio a un adversario, en este caso, político, escamoteando, esa es la palabra acertada, la reelección que, sin duda alguna, le asegurara con el voto la mayoría popular.
Lo sucedido a nadie extraña. Ya se ha hecho costumbre, del todo perniciosa, anticonstitucional, grosera y lamentable, que la directiva del actual Consejo Nacional y no los votantes decida quién o quiénes son los ganadores y quién o quiénes los perdedores en los comicios, que organiza y dirige. La jugada no es más que la careta con que se cubre el rostro para arrasar; como cualquier Atila, y lucirse recibiendo a cambio toda suerte de prebendas oficiales, sin importarle el inmenso rechazo que su malévola acción produce en el corazón del pueblo.
El presidente Nicolás Maduro y la dirigencia en pleno de su partido y gobierno estaban totalmente convencidos de la reelección de Morel. Su victoria la aseguraban nada menos que las diez encuestas creíbles que Miraflores ordenó ejecutar y las cinco que, por su parte, contratara el comando de campaña del gobernador del pueblo.
En esos 15 estudios de opinión, no había pérdida posible. Los 10 estudios de opinión, para el ejecutivo, dieron como resultados entre un 61 y un 62 por ciento de intención de voto a favor del candidato opositor. Y los cinco restantes favorecieron también a Morel, con un porcentaje de 20 y 21 por ciento sobre la designada a última hora por el chavismo. Es decir, la mayoría de la gran familia neoespartana estaba más que decidida: Morel era el necesario para que el progreso y desarrollo hasta la fecha alcanzado para el pueblo insular continuase.
Pero a los directivos electorales en Caracas tan fundamental asunto nada les importaba. Tampoco lo advertido por las encuestas, el inmenso respaldo de multitudes en toda Coche y Margarita; el reconocimiento del propio presidente, de su vicepresidenta, de la directiva del PSUV y de todos los organismos públicos y privados que reconocían -unos en silencio y otros públicamente- la excelente tarea cumplida por Morel.
Ante ese cúmulo de evidencias, todas y cada una palpables y a la vista, el organismo en cuestión torció el rumbo a favor de la causa roja pues, en la estrategia del oficialismo, perder Nueva Esparta, igual que el Zulia, resultaría insoportable, inaguantable y una derrota imperdonable.
Todo el mundo estaba conteste en que Morel sería reelecto. Asimismo –y nadie hasta la fecha puede negarlo- que Morel logró resucitar en una lucha a capa y espada, el renacimiento social y económico insular. Toda la insularidad lo afirma en la calle y se anima a sostener en cualquier escenario que ese compromiso lo mantuvo y concretó con inteligencia y firmeza, sin que ello pudiera confundirse con debilidad alguna. En suma, la suya fue una posición correcta, de simbiosis con su responsabilidad de toda la vida, que no ha sido otra sino la de trabajar a brazo partido por el mejoramiento de la calidad de vida de la gran familia neoespartana.
Firmeza, inteligencia, dedicación y logros concretos que lo demuestra el alto grado de desarrollo que hoy en día se aprecian en los pueblos de Margarita y Coche, y que le merecieron ayer, en varias oportunidades el reconocimiento del desaparecido presidente Chávez y, hoy, de Maduro, el actual mandatario.
Si bien la abstención, logró un altísimo nivel nacionalmente, los votos que registraron las máquinas, y están en las actas de cada centro de votación en Nueva Esparta, dan fe de la victoria alcanzada por Morel. Pero ¿a quién reclamarle que se le haya escamoteado, si todos los organismos que tiene la república para que se le reconozca están más que controlados, automatizados para que ningún reclamante obtenga la más mínima respuesta?
Esta situación desdice mucho de la democracia que el oficialismo asegura desarrollar desde el poder. Una democracia arrinconada, porque el objetivo es sustituirla por el socialismo, fin último de la dirigencia roja que sólo piensa en la dominación, sin importarle lo que arrastre en su propósito, comenzando por la propia carta magna.
Los maquinadores de la maniobra, del arrebato a lo Jalisco, en contra del triunfo electoral de Morel, cargan en sus espaldas el peso enorme de tan trágico error, pues pusieron en peligro el futuro, de hoy y de mañana de Coche y Margarita, que venía navegando hacia puerto seguro porque “La Lancha Nueva Esparta” la capitaneaba Morel, experto en el manejo de toda clase de tormentas y de mar calmo. Esa es la gran verdad.
AngelCiroGuerrero


