Como tantos otros que en el mundo han habido, integrando el grupo de los que necesitan mucho del culto a la personalidad para subsistir, el de aquí no quiso ser el menos y, para superar a todos aprobó la insólita recomendación que le hicieran sus más íntimos de ordenar se celebrasen sus sesenta primaveras en las plazas de todos los pueblos de la república, con la estatua del Gran Héroe y Libertador como obligado testigo.
La orden se impartió a todo el oficialismo, le gustase o no, y más de uno se vio en la mitad del medio: cumplirla o no. Pero acudió por aquello de conservar el puesto, el “es mejor que me vean”, evitar que lo declaren vendido al imperialismo gringo, que no al cubano, al chino, al ruso, al turco, al iraní. Se obligaba a las autoridades afines al proceso poner al servicio de los celebrantes rojos los materiales necesarios para hacer la respectiva torta con sus velitas y, a una hora determinada, con profusión de fotos y videos, se elevaron las voces del oficialismo cantándole cumpleaños al gran jefe.
Fue un ágape extraordinario que operó el milagro del siglo y por el cual será recordado de por vida: concentrar a miles de adulantes y hacerlos partícipes de su fiesta y comer, una porción de torta, que alcanzó para todos, le convirtió en el gran multiplicador, ya no de pan ni de peces, sino de pastel, ron y cerveza. Sin duda, un acontecimiento insuperable, digno de un récord Guinness.
El acto, el gesto, fue la gran jalada del partido de gobierno, que es el mismo gobierno del partido, y dicen que no faltó nadie pues, como el hambre es cierta en todas partes, asistió mucha gente, en tropelía, hambrienta de recibir su pedacito de torta, aunque sea, ya que no recibió la bolsa clap.
El festejo en sí mismo, se recordará también por haber sido la mayor celebración de cumpleaños hasta le fecha celebrada en el planeta tierra, sólo que no asistieron los cientos y cientos de damnificados por las lluvias, que siguen atareados resolviendo su tragedia o llorando sus muertos arrastrados por las corrientes.
Por cierto, los organizadores del jolgorio cometieron un gravísimo error: olvidaron que muchas personas en situación de pobreza, algunos de ellos militantes psuvistas rodilla en tierra, tuvieron que buscar entre el lodo y escombros los cadáveres de sus familiares. Fue una mala señal la dada por el que cumplía y por los ojaladores que, conociendo lo que a tantos compatriotas y camarada suyos les ocurrió, bailaron, cantaron y gritaron en las plazas en abierta y desvergonzada falta de respeto al Libertador y a los deudos que aún lloran a los que perecieron, por citar tan solo, en Tejerías, en El Limón y El Castaño, de Maracay, y en Mérida principalmente.
A los convocantes nada les importó el dolor ajeno. Prefirieron invitar a apagar las sesenta velitas que encender otras para honrar a las víctimas de las inundaciones.
Pero, eso sí, fue un día feliz para la gente en palacio, que pudo abrazar y expresarle su felicitación al orgulloso de arribar, en su segundo gobierno, a la edad en que los hombres reflexionan sobre lo que han sido, lo que han dejado de hacer y lo que harán por sí mismos; no por los demás,
Con la grave diferencia que ese “por los demás”, constituye un país donde son minoría los que fueron a comerse la gran torta nacional, y una incontable mayoría que sufren las pésimas y duras condiciones en que viven a consecuencia del mal gobierno que conduce el cumpleañero, para quien el mejor regalo habría sido una brújula…
AngelCiroGuerrero